El neoliberalismo educativo
Revertir la cultura de la dependencia requiere de la escuela pública
Una vez más, como en otros momentos de la historia, nuestro país ha decidido solicitar el refinanciamiento de su deuda externa a un viejo conocido de los argentinos, el Fondo Monetario Internacional (FMI). La deuda existente no es responsabilidad del gobierno actual, pero lo que sobrevenga al Acuerdo de Facilidades Extendidas aprobado por el Congreso Nacional sí lo será. Un alto porcentaje de la sociedad cree que “acordar era mejor” y el otro ya sabe lo que le espera.
La memoria del capital financiero internacional operando sobre nuestra economía, con la complicidad de interesadas oligarquías que facilitan su penetración, ha causado desesperanza. Más aún si recordamos cómo ha devaluado nuestra moneda y desintegrado económica y socialmente a la nación en anteriores oportunidades.
La recurrencia a “vivir de prestado” y al endeudamiento, así como la reciente forma de resolver el problema por parte del Estado nacional, indica la vigencia de un pensamiento político propenso al endeudamiento externo, puesto de manifiesto desde los tiempos de la independencia argentina en 1816. Se trata de una conducta que se repite y que define toda una cultura de la dependencia, la cual es necesario erradicar de la política argentina.
Para tal fin, es necesario que la educación pública comience a ocuparse de estos temas a partir de la formación de lxs jóvenes. La política está necesitando nuevamente de la escuela. Esta vez, para revertir una situación que buena parte de los ciudadanos parece desconocer, como la vigencia del colonialismo en una sociedad supuestamente libre.
La formación de ciudadanía en la escuela es un área trascendente para la educación de lxs jóvenes, a pesar de lo cual no parecería que actualmente se cuente con planes y programas de estudio que la jerarquicen. La escuela debe y puede formar ciudadanos libres; personas dotadas con capacidades democráticas, solidarias y una mirada crítica que les permita pensar, decidir e interactuar en el mundo en el que viven. La formación de ciudadanía en el marco de una globalización asimétrica, que entienda la significación del capitalismo financiero mundial y quiénes son sus cómplices locales, así como los efectos nocivos que producen en las naciones, es posible. Difícil creer que esto se enseñe hoy en las aulas.
Preparar ciudadanos para la vida incluye a la política y nadie debe asustarse por ello. Así ocurrió durante toda la historia de nuestra educación, cuando nos enseñaron un “ritual educativo y patriótico” que nos indicaba quiénes eran los próceres y quiénes los tiranos prófugos. También qué guerras debíamos librar y contra quiénes, cuáles eran las canciones patrias que debíamos cantar y las “bondades” del primer Estado oligárquico, para cuya consolidación trabajaron comprometidamente y sin saberlo nuestras primeras escuelas públicas.
A diferencia de esos tiempos, desde la escuela pública podría iniciarse en el presente un proceso en el que la pedagogía y el pensamiento crítico fueran factores fundamentales para sentar las bases de una nueva cultura política emancipadora, capaz en el mediano plazo de comenzar a transformar la educación, y en dicho marco, la cultura de las dirigencias argentinas en cualquier lugar en el que se desempeñen.
La vigencia del pensamiento liberal-conservador
Sabemos de los esfuerzos de la educación pública para remontar las consecuencias heredadas del macrismo y la post-pandemia. Sin embargo, la realidad convoca a la escuela pública a formar parte de iniciativas de mediano y largo plazo para revertir la cultura de la dependencia y comenzar a formar futuras dirigencias políticas. El momento es ahora.
Claro que cualquier intento en el sentido mencionado debería modificar aspectos de la educación como estructuras, contenidos, formación de lxs docentes, integración de los conocimientos y disciplinas (materias). También habría que superar una limitada visión de la interculturalidad y la falta de profundización de la convivencia escolar democrática e igualitaria, temas que pronto pasarán al olvido si no son tenidos en cuenta.
La educación argentina continúa contextualizándose en la matriz de “civilización y barbarie” y en el triunfante “proyecto educativo de la Pampa Húmeda y del puerto de Buenos Aires” de 1884, todo un aparato ideológico que aún perdura. Concluido el proceso de formación, el eje en los endeudamientos confiscadores de derechos que mencionamos al inicio de esta nota, orientado a la ratificación de la nación agroexportadora, debería ser revertido hacia una mirada política que incorpore modelos económicos industriales, inclusivos e igualitarios. Terminar con la vigencia de un pensamiento dependiente y resignado y reemplazarlo por otro claramente emancipatorio será responsabilidad de los gobiernos de turno.
Nuestra apelación a nuevas matrices de pensamiento para pensar la educación se fundamenta en lo insuficiente que resulta continuar enseñando desde la perspectiva eurocentrista, dada la negación y desvalorización de las culturas latinoamericanas que la misma propone.
Asistimos y formamos a los docentes en parámetros fundados en la Modernidad, apasionante, por cierto, pero que trajo consigo al capitalismo, la colonización, la esclavitud, el racismo y el machismo, entre otras tragedias de la historia pasada y actual que aceptamos pasivamente. La apelación al orden y progreso o a la supremacía blanca (que el Imperio y sus aliados internos se encargan de reiterar periódicamente como en 1955, 1976 o en 2015), inaugurada por los “generadores del '80” y otros del siglo XXI, parece no haberse terminado.
Mientras tanto, el neoliberalismo avanza insistiendo en “la pérdida de prioridad política del bien público”, desde la mentira de la Nueva Escuela Secundaria (NES) y la Secundaria del Futuro a los anuncios de reforma al Estatuto del Docente en la Ciudad de Buenos Aires. La ideologización neoliberal del sistema educativo está en marcha desde la formación de los docentes y la conformación de directorxs de escuela-gerentes. La mano dura con lxs alumnxs y los marcos de mercantilización y privatización de la educación ya conocidos no se detienen, y no sólo en la Ciudad de Buenos Aires.
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