No oramos por la muerte
En la guerra nadie gana, todas y todos somos perdedores
Mientras Jesús estaba sentado en el monte de los Olivos,
los discípulos se le acercaron por separado,
y le dijeron: “Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto,
y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?»
Jesús les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre,
y dirán: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos.
Ustedes oirán hablar de guerras y de rumores de guerras; pero no se angustien,
porque es necesario que todo esto suceda; pero aún no será el fin.
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino,
y habrá hambre y terremotos en distintos lugares.
Todo esto será solo el comienzo de los dolores.
(Mateo 24:3-8RVC)
Quienes integramos el espacio PASTORESxlaGENTE (PxG) creemos en el Dios de paz que ama a la humanidad más allá de sus errores y apasionamientos, razón por la cual oramos fervientemente por la paz y la justicia para todas y todos.
Repudiamos toda enseñanza que genere oraciones que pretendan atribuirle un bando a nuestro Salvador, quien es el Príncipe de Paz. Cuando Dios dice “No matarás”, no pone condiciones ni motivos. Nos resulta incomprensible tal postura, pues entendemos que no hay lectura del Evangelio que revele a Dios pagando el mal con otro mal. El Señor Jesucristo nos enseña a amar a nuestros enemigos.
Alzamos nuestras voces para proclamar nuestra forma de entender la realidad:
El pueblo ucraniano y el ruso, como así también el palestino, el israelí, el yemení, el árabe, el somalí y todos los que sufren conflictos bélicos, son víctimas.
Las y los hijos son víctimas.
Las viudas son víctimas. Los viudos son víctimas.
Los que desesperan de miedo en una trinchera son víctimas.
Los que matan por obligación son víctimas de su conciencia para siempre.
Quienes mueren como quienes sobreviven son víctimas.
En la guerra nadie gana, todas y todos somos perdedores.
No solo matan las balas y las bombas; el hambre, la falta de agua, las deudas, el abandono sanitario, la contaminación, la explotación, la trata de personas, la esclavitud, la discriminación, el racismo y toda perversión instalada en la sociedad mundial, son armas letales que reducen la vida hasta extinguirla con feroz crueldad.
Aquellos y estos rumores de guerras declaradas o silenciosas no hacen otra cosa que delatar el aumento de la maldad en corazones infectados de avaricia y deseos de poder, tal como lo denuncia Santiago, en el capítulo cuarto de su carta bíblica.
Nosotras y nosotros no oramos por la muerte.
Oramos y trabajamos por la paz, en el planeta y en el barrio.
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