Latinoamérica renquea
Si se sigue así, las proyecciones de mejorar a fondo la situación socioeconómica serán irrealizables
“No estamos en el camino de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 en América Latina y el Caribe”, declaró el lunes pasado desde Costa Rica Amina Mohammed, número dos de las Naciones Unidas (ONU).
La vicesecretaria de la ONU radiografió la realidad continental en el marco de la 5ta reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible (https://foroalc2030.cepal.
El Foro es el mecanismo regional establecido en 2017 –reunido por primera vez en México, ese mismo año— para darle seguimiento a la implementación de la Agenda 2030, brújula elaborada por las Naciones Unidas para orientar la erradicación de la pobreza en el mundo.
Aunque conocida, de todos modos impactante
La evaluación relativamente pesimista de la ONU sobre América Latina no hace más que ratificar los signos preocupantes anticipados a fines de enero del año en curso. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 5.000.000 de latinoamericanos y caribeños cayeron en el estado de pobreza extrema en 2021, para llegar así a los 86 millones de seres humanos afectados.
En su informe anual, Panorama Social de América Latina 2021 (https://www.cepal.org/es/
La emergencia sanitaria permanece vigente, enfatiza el informe, y América Latina y el Caribe constituyen la región más vulnerable del mundo. Esta realidad pandémica, recuerda el organismo regional, se manifiesta en una crisis social que elevó la tasa de pobreza extrema del 13,1% de la población latinoamericana en 2020, al 13,8% en 2021.
Dicha realidad, concluía la CEPAL en su comunicado del 27 de enero, pone en evidencia la vulnerabilidad en la que vive buena parte de los estratos de ingresos medios y bajos.
Fue en Argentina, Colombia y Perú donde se dieron mayores incrementos de pobreza, en el orden de los 7 puntos porcentuales. En Chile, Costa Rica, Ecuador y Paraguay creció de un 3% a un 5%. En Bolivia, México y la República Dominicana, menos de 2 puntos porcentuales. El informe de la CEPAL señala que Brasil fue el único país de la región con una disminución de la pobreza en 2020.
Treinta años de retroceso
Según Panorama Social de América Latina 2021, en 2020 la región experimentó una regresión significativa en el combate contra la pobreza. Tanto los índices de la pobreza como la pobreza extrema aumentaron por sexto año consecutivo. Esta última se elevó a niveles similares a los registrados 27 años atrás, y la pobreza general se ubicó en un nivel similar al de finales de la década de 2000.
La CEPAL sostiene que esta desigualdad también se incrementó en América Latina y el Caribe entre 2019 y 2020, frenándose así la tendencia decreciente que venía observándose desde hacía casi dos décadas. El Coeficiente de Gini —que se emplea a nivel internacional para medir comparativamente la distribución del ingreso— aumentó un 0,7% en ese periodo.
En 2020 también aumentó la proporción de mujeres sin ingresos propios y se mantuvieron las brechas significativas de pobreza en áreas rurales, pueblos indígenas y entre la niñez.
Así y todo, según la CEPAL, la pobreza hubiera sido mayor en 2020 si los países de la región no hubieran adoptado medidas urgentes como las transferencias de ingresos de emergencia. En los últimos 10 meses de ese mismo año, esos fondos destinados a paliar el efecto de la crisis representaron un gasto de 89.700 millones de dólares, mientras que, en los primeros diez meses de 2021, el gasto anunciado para esas medidas, fue la mitad de un año antes, es decir, 45.300 millones de dólares.
La recuperación económica de 2021, que en su momento causó cierta euforia en algunos países latinoamericanos, sin embargo, no fue suficiente para mitigar los profundos efectos sociales y laborales de la crisis sanitaria, estrechamente vinculados a la desigualdad de ingresos, la pobreza, la informalidad laboral, la vulnerabilidad en que vive la población y las disparidades significativas de género.
En femenino: víctimas y protagonistas
El 8 de marzo, un tema central de los debates del Foro de Costa Rica fue la denuncia de la “pandemia en la sombra” de la violencia contra las mujeres. La CEPAL estima que durante 2020 al menos 4.091 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 26 países y dos de cada tres mujeres sufrieron violencia a causa del género.
Según estadísticas del mismo organismo regional, en 2020, la participación laboral de las mujeres de América Latina y el Caribe sufrió 18 años de retroceso. Para 2022 se visualiza que esta participación alcanzará solo un 51%, mientras que la de los hombres llegaría al 73,8%. En síntesis, una de cada dos mujeres no participará este año en el mercado laboral. Por otra parte, las mujeres dedican actualmente tres veces más de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados familiares no remunerados.
Amina Mohammed indicó en el cónclave de Costa Rica que, a menos que se ponga a las mujeres y a las niñas en el centro de los esfuerzos sociales, no se podrá alcanzar con éxito los actuales y apremiantes desafíos globales contra la emergencia climática, la violencia de género, las divisiones políticas y a favor de la recuperación sostenible de esta pandemia global.
Por su parte Alicia Bárcenas, secretaria general de la CEPAL, recordó que los nudos estructurales de la desigualdad de género siguen presentes en la distribución desigual del poder, los recursos, la riqueza, el acceso al empleo, así como en la persistencia del patriarcado y la cultura del privilegio. Este 8 de marzo, dijo Bárcenas, “es un día para reconocer el valor y la contribución de las mujeres para un futuro sostenible. Pero hay que estar alertas para garantizar que ninguna mujer se quede atrás”. Según ella, la consigna sigue siendo ‘nada sobre nosotras sin nosotras’.
Solución: un Estado fortalecido y transparente
Precediendo a la reunión del Foro de Costa Rica, la CEPAL publicó el quinto informe sobre el progreso y los desafíos regionales de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe, voluminoso documento de 186 páginas, con un balance preocupante. Dicho documento destaca que un tercio de las metas definidas por los Objetivos de Desarrollo han retrocedido en los últimos años (https://repositorio.cepal.
Los Objetivos no se alcanzarán “con más de lo mismo” y es imprescindible avanzar hacia un nuevo sistema económico y social inclusivo y sostenible, destaca el informe. Y presenta cuatro propuestas específicas: el fortalecimiento del multilateralismo, en particular en materia de financiamiento para el desarrollo, así como la mejora de la implementación de las políticas productivas, sociales y ambientales de alcance nacional y regional. Así como el aumento de la resiliencia de las instituciones y la superación de conflictos a través de la implementación de acuerdos y pactos sociales.
Mirando al futuro, la CEPAL parte de una crítica histórica: la combinación de la inflación y el reducido crecimiento de los años setenta puso fin al pacto social (de inspiración keynesiana) incorporado al sistema monetario y cambiario de las instituciones de Bretton Woods.
Y se interroga: ¿está el mundo ante un período en que podría emerger un nuevo pacto social?
Sin duda alguna, la pandemia golpeó una economía mundial y regional que ya había perdido dinamismo, sobre todo después de la crisis financiera mundial de 2008.
El patrón de crecimiento anterior reproducía asimetrías y desequilibrios con costos crecientes, que se hicieron más visibles con la crisis sanitaria. Ésta, en conjunto con las lecciones que dejó la crisis de 2008, puede haber creado una coyuntura crítica favorable a la adopción de reformas profundas. La combinación de costos crecientes con una mayor inquietud política podría estar marcando el fin de una era y el comienzo de otra. No hay nada predeterminado en cuanto a qué tipo de pacto podría surgir de la percepción cada vez más difundida de que el viejo modelo dejó de funcionar, o nunca funcionó como hubiera debido.
La propuesta de la CEPAL y las Naciones Unidas de construir un nuevo futuro se basa, precisamente, en la identificación de las asimetrías y los desequilibrios que han impulsado las transformaciones sociales, políticas y económicas de las últimas décadas.
Aunque la democracia se sigue percibiendo como la mejor forma posible de gobierno, afirma la CEPAL, su funcionamiento es juzgado muy negativamente por la ciudadanía. Esto genera una paradoja. Por un lado, la necesidad de bienes públicos (mundiales, regionales y nacionales) y, por el otro, las deficiencias de la institucionalidad en la región.
La debilidad del Estado de derecho, la administración de justicia, la rendición de cuentas, la insuficiencia de la transparencia y la ineficiencia o mala calidad de ciertos servicios públicos, entre otros aspectos, se traducen en niveles decrecientes de confianza institucional. Se ha abierto así una brecha “de desempeño”, ya que se espera mucho del Estado, y una brecha de “legitimidad democrática”, ya que se cuestiona su eficacia o su motivación en favor del interés común. Según la hipótesis de este organismo regional, dicho desafío consiste en cerrar las brechas de desempeño y legitimidad.
Y la CEPAL concluye que ya quedó atrás la idea de que el mercado (con algunas correcciones puntuales de precios) podría resolver estos problemas por sí solo. La política pública con el Estado como orientador estratégico está en el centro mismo de la nueva visión. Es por ello que los Estados deben fortalecer sus capacidades y reforzar la cooperación en el marco del sistema internacional y regional. Al mismo tiempo, deben volverse más transparentes y estar dispuestos a rendir cuentas a sus ciudadanos. Si no lo hacen no podrán diseñar e implementar las políticas conducentes a un nuevo estilo de desarrollo.
De las cenizas de los ajustes neoliberales, de los traumas sociales pandémicos, ¿podrá surgir un modelo-proyecto continental alternativo? América Latina, en muletas, sigue apostando a una recuperación postraumática adecuada. La terapia se llama voluntad política.
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