Si ese taxi hablara
Entrevista a Liliana Viola, biógrafa de Alberto Migré, a 50 años del estreno de Rolando Rivas, taxista
Esta semana se cumplieron 50 años de aquel martes 7 de marzo de 1972 cuando Canal 13 puso en el aire el primer capítulo de Rolando Rivas, taxista, la obra cumbre de Alberto Migré y que al decir de su biógrafa Liliana Viola “revolucionó la educación sentimental del país”. Señala Viola: “Erotismo, insólito y poderoso en la mesa del comedor, en un momento en que no había divorcio, ni educación sexual y a los homosexuales se les decía ‘amanerados’… Educación barrial a flor de piel, con la presencia contundente del deseo. Y no el deseo de princesas o aldeanas: deseaban los taxistas, las vendedoras de café, las señoras de carne y hueso”.
En esos años (1972-1973, las dos temporadas en que la telenovela estuvo en el aire) de altísima densidad política en la Argentina, Migré venía de pegarla con 0579 da ocupado, una ficción romántica que se desarrollaba en un ambiente carcelario, y seguía escribiendo radioteatros para Radio El Mundo. Aun así, le costó mucho encontrar un canal que aceptara su idea. Eran los tiempos en que Canal 9, la estación de Alejandro Romay, le sacaba clara ventaja en las mediciones de audiencia al Canal 13 del cubano Goar Mestre y la familia Vigil, de Editorial Atlántida. Romay nunca terminó de arrepentirse por haber rechazado la propuesta de Migré. El 13, en cambio, le ofreció un espacio, los martes a las 22 después del ciclo horoscopero de Horangel. En producción y dirección les arrimó a dos baluartes: Diana Álvarez y Roberto Denis.
Ese singular creador que fue Migré ideó a este personaje que terminó cautivando a medio país. El tipo tenía 27 años, sostén único de familia numerosa (dos hermanas, dos hermanos y él), era amiguero, soltero, picaflor, vecino del barrio de Boedo (vivía en Colombres al 900), admirador de Julio Sosa y trabajaba de taxista a bordo de un Siam Di Tella 1500, al poco tiempo reemplazado por un Peugeot, porque chivos hubo siempre. El primer capítulo demandó a los protagonistas y técnicos más de 20 horas de grabación. Se lo recuerda con una larga y extraña introducción, en clave de monólogo, en la que, entre otras situaciones introductorias, el pintón Rolando le estampa un beso a una entrada del canal. Los capítulos iniciales no movieron decisivamente el amperímetro del interés popular.
Entonces recurrieron al anzuelo de los famosos, que subían y bajaban del vehículo (“Yira que te yira”, recitaba la cortina musical), eso sí, sin que Rolando los reconociera del todo. Rivas le bajó la banderita a Nélida Lobato, Aníbal Troilo, Augusto Bonardo, Juan D’Arienzo, Irineo Leguisamo y otras figuras de aquel momento. Eso ocurrió, pero era el público el que no terminaba de gritar “Taxi libre” y hacer propio a ese chofer clasemediero que pugnaba por hacer espejo con la realidad y no siempre lo conseguía. Llamativamente, las críticas más encendidas provenían de taxistas reales: “Demasiados levantes”; “¿A qué hora trabaja?”; “¿Nunca se le rompe el auto?”; “A mí también me gustaría pasar horas con mis amigos en un café, pero no me da”. Tanto entró el personaje en el imaginario, que muchos lo veían como un colega de gremio. Y quien no caía en esa confusión, lo elegía por sus características humanas: humilde, sencillo, solidario. Más allá de críticas el programa duró dos intensas temporadas. En la noche de la despedida, el 27 de diciembre de 1973, el famoso que se convierte en pasajero ocasional es el mismísimo Alberto Migré.
–¿Dónde lo llevo? –pregunta el conductor.
–Lejos, lejos, lejos –responde Migré.
En 1973, en el marco pre-electoral quienes pararon a ese taxi libre fueron el “Tío” Héctor Cámpora y otros candidatos.
Audacias de Migré
Por numerosos motivos, casi todos atribuibles a la decisión y al talento de Migré para manejar los estatutos de lo popular y masivo, Rolando Rivas alcanzó volumen de acontecimiento. El autor surfeó sobre un océano social y político proceloso y peligroso. El Presidente de facto Lanusse trataba de mojarle la oreja a Perón, instalando la sospecha de que al general exiliado en Madrid no le daría el cuero para regresar al país. A través de su personaje Cortito se animó a mencionar el apellido Perón, prohibido en los medios de comunicación. “Esa telenovela nos hizo algo”, admite a El Cohete a la Luna la periodista especializada en diversidades y escritora Liliana Viola. En 2017 ella investigó, escribió y publicó una excelente y minuciosa historia de vida de Migré. Pasaron 50 años del estreno y a Viola le sigue despertando nuevas reflexiones. “Nos devolvió una imagen de nuestros defectos y virtudes; acompañó en formato fantasía un momento clave de nuestra historia política, sentimental y moral, que eso fueron los años '70”.
Se detiene, piensa y agrega: “No era la historia de amor entre un tachero y una nena caprichosa… Era eso, junto con la violencia en la calle; los problemas de muchos para llegar a fin de mes; un tipo calentándose las milanesas; una mujer que quería trabajar y la familia no la dejaba. Y era, también, el deseo de que se terminara la dictadura de Lanusse”.
Viola establece otras razones, por entonces agitadoras y provocadoras del gran éxito. Reseña: “La figura del empresario que ni recuerda el nombre de sus obreros; la modelo arribista que no sólo es una madrastra mala sino un comodín sexual de ministros de turno; la protagonista que, recién casada, se da cuenta del machismo de su gran amor, decide dejarlo y aborta un embarazo de un mes de duración”. Todo eso tuvo esa ¿ficción? y más, al decir de Viola. “Migré pone dos mujeres taxistas, integrantes de la barra de tacheros en el café, en un contexto real en que las mujeres al volante se contaban con los dedos de una mano. Y ni hablar del joven guerrilllero, con ideales, asesinado por la espalda y a la madrugada por la policía”. Probablemente haya sido esta –teniendo en cuenta lo que se vivía en el afuera– la idea más atrevida de la historia.
Enrique (Quique) Rivas era el hermano de Rolando, según el autor, “el intelectual de la familia, estudiante de abogacía, militante del grupo guerrillero Ejército Revolucionario Reivindicador” (ERR, inequívoco remedo del ERP), y es asesinado tras el intento de secuestro de un poderoso empresario, a la sazón padre de la chica de doble apellido de la que Rolando se había enamorado. Otra subtrama apasionante fue ver cómo Rolando y Mónica Helguera Paz resolvían desde el ideal romántico su pertenencia a mundos sociales tan distintos. Pero la realidad manda. A días del estreno del primer capítulo, un grupo del Ejército Revolucionario del Pueblo secuestra y ejecuta al gerente de la Fiat Concord Argentina, Oberdán Sallustro. Como apunta el lugar común mediático: “Todo tiene que ver con todo”. En 1979 el aparato de censura de la dictadura aplica tijeretazos a dos momentos de la tira y, tal cual hacía con las personas, hace desaparecer ambos cortes. Uno tenía que ver con la participación del actor Luis Politti (en el papel de un empresario) porque ya integraba la lista de prohibidos. La otra fue la muerte del hermano de Rolando. Recién entre 2008 y 2009, tras una ardua búsqueda y costosa adaptación técnica, la señal Volver repuso esta joya de la televisión en blanco y negro. En ese momento se pudieron ver 76 capítulos completos, con la excepción de los dos cortes apuntados. De esto Migré, fallecido en 2006, no fue testigo. Pero, conocedor de esos cortes, dilató años su autorización para que los viejos tapes cobraran nueva vida. En el interín pasaron, sin demasiada trascendencia, una película con el mismo nombre y García Satur y Nora Cárpena al frente del elenco y un remake de la novela (Gustavo Garzón y Carolina Papaleo en 1988 por Canal 9). Tuvo adaptaciones en Brasil (Antonio Alves taxista) y en México (Mundo de fieras).
Para Liliana Viola, Rolando Rivas taxista, con su centenar de personajes y diferentes tramas, “no es lenta ni está pasada de moda… Migré no fue esquemático, como es el karma de los culebrones clásicos o de las telenovelas turcas. Acá hay, como mínimo, diez modelos de mujer, siete personalidades de taxistas, infinitos amigos y vecinos, que aportan el cristal roto de la argentinidad, apenas a cuatro años del golpe de 1976”.
Últimos capítulos
Quienes quieran y necesiten volver a verla, o conocerla por primera vez en busca de claves de la época, podrán encontrarla completa en la plataforma YouTube. El opus máximo de la trayectoria de Migré tuvo seguidores exaltados y detractores, admiradores y seguidores místicos. En el libro, bajo el rubro Fanáticas/os, pueden constatarse más de un centenar. Liliana Viola escribió para señales públicas la serie de ficción Mirándote, la historia real de una chica que se queda ciega justo antes de que se emitiera el último capítulo de Rolando Rivas. “Para ella –aclara Viola– resultó más dramático perderse ese momento televisivo que perder la vista”. Esta miniserie se puede encontrar en la plataforma Contar.
Pero algo de lo que le sucedió a Liliana Viola con su libro parece el resultado poco feliz de un producto televisivo clase B. Así relata el conflicto judicial. “A un año de editado, una persona a quien Migré le dejó los derechos de su obra exigió que la editorial Random House quitara el libro de circulación. Esgrimió el argumento de que yo había citado fragmentos de telenovelas sin autorización. Primer acto de mala fe, ya que esos libretos –todos– me los había dado él mismo. Sólo que no habíamos firmado ningún papel. Luego, públicamente, admitió que su razón para censurar era que le molestó que el libro dejara entrever, o dijera directamente, que Migré era gay. Me pregunto, todavía hoy: ¿Cómo iba a hablar de las novelas sin citar algunos diálogos? ¿Cómo iba a hablar de un hombre que vivió su homosexualidad con dolor, con amores y no completamente en secreto, imponiéndole un closet en pleno siglo 21? Mientras tanto, en esta cruzada legal contra el libro, la editorial en cuestión no se tomó el trabajo de defenderlo. Hoy, gracias a las nuevas plataformas, el libro está subido gratis a las redes. Con solo poner “MIGRÉ DE LILIANA VIOLA CENSURADO POR HOMOFOBIA”, es posible descargarlo. Viola avisa: “Volví a ver la telenovela original hace poco, porque con la escritora Tamara Tenembaum, y a propósito del medio siglo, vamos a armar un duelo de amor romántico. Eso será el 18 de marzo en el Parque de la Estación y allí firmaré ejemplares de quienes lo traigan”.
Aún dolorida por la interdicción a su libro, Liliana Viola concluye: “Contra todo pronóstico, Rolando Rivas es una serie contemporánea. Nos permite hacer un viaje en el tiempo y encontrarnos con detalles imposibles de hallar en otro lado. ¿Quieren saber por qué pasó lo que pasó?: Rolando tiene respuestas insólitas y desviadas sobre nuestra historia”.
Acerca del elenco
Lúcidas analistas del género como Nora Maziotti y Cecilia Absatz coinciden también en que Rolando Rivas taxista es la obra cumbre de Migré, no sólo porque, por primera vez, sacó las cámaras en la calle y convirtió al barrio de Boedo en escenario real, sino por su elenco. Sería imperdonable no mencionarlos.
Claudio García Satur era Rolando Rivas. Su novia del barrio, Teresa, personificada por Mabel Landó, muy controlada por su padre (Antuco Telesca). Los hermanos: la mayor, Noemí (María Elena Sagrera); Quique, el militante que cae en acción (Darwin Sánchez) y los más chicos, Juanjo, de 16 (Pablo Codevila) y Nené, de 12 (Miriam Antelo). Las dos principales etapas románticas: Mónica Helguera Paz (Soledad Silveyra), a quien conoce en el taxi, su padre, Fernando Helguera Paz (Luis Politti), y Natalia Riglos Arana (Nora Cárpena) y su padre Leandro Riglos Arana (Santiago Gómez Cou). Otra mujer apasionada es su cuñada Matilde, pareja de Quique (Leonor Benedetto) que intenta seducirlo. La barra del café la integran Carlos Artigas (Cortito), Rubén Ponceta (Ratita), Héctor Da Rosa (Melena), Ovidio Fuentes (Fana), Víctor Hugo Vieyra (Flaco), Guillermo Rico (Nicastro) y las dos mujeres taxistas: Beba Bidart como Magoya y Elsa Piuselli como Mazoca. Todos atendidos por Carlos Pamplona.
En otros papeles estuvieron Graciela Dufau, Doris del Valle, Marcelo Marcotte, Lalo Hartich, Arnaldo André, Roberto Osona, Martha Roldán, Margarita Luro, Eva Dongé, Jorge Barreiro, Claudia Cárpena, Blanca Lagrotta, Gustavo Rozas, Marta González, Laura Bove, Juan José Camero, Néstor Hugo Rivas, Mario de Rosa, Alfredo Duarte, Dora Ferreiro, Mario Giusti, Eloísa Cañizares, Guido Gorgatti, Natacha Bohani, Juan Marcelo, el cantante Carlos Paiva, los inefables relatos de Julio César Barton y más de 50 intérpretes en actuaciones esporádicas.
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