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El principal anuncio fue que el viernes la Argentina pagó el vencimiento de 721,5 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, a los que hay que adicionar otros 368,4 millones de intereses que vencen el martes 1°. A cambio, el FMI anunció que había llegado a “un entendimiento con la Argentina”. El acuerdo real, con la hoja de ruta y la firma de ambas partes, deberá alcanzarse antes de fin de marzo, porque los vencimientos del 21 y el 22 de ese mes, de 2.835,8 millones de dólares, exceden la capacidad de pago del país, más allá de su voluntad. Al comunicarlo en conferencia de prensa, el Ministro de Economía confirmó el viernes 28 las modificaciones acerca de las características del trato, que había adelantado a los gobernadores el 5 de enero y que El Cohete fue el único medio en advertir. La semana pasada, este pequeño medio digital señaló la diferencia entre la reestructuración de la deuda contraída por el anterior gobierno, de la que Alberto Fernández habló desde antes de asumir la presidencia, y la refinanciación que se revela ahora. Quien la mencionó por primera vez fue el representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos, en una entrevista de hace dos meses: “Los fondos del nuevo programa van a financiar los vencimientos del programa anterior”, dijo en noviembre.
Martín Guzmán se negó a hablar de reestructuración en las comunicaciones con el organismo internacional e insistió en que sólo se mencionara su refinanciación. Menos bizantino, el Fondo no habló de reestructuración, de refinanciación ni de deuda, sino de inflación, consolidación fiscal y financiamiento monetario, planteó la reducción de los subsidios a la energía (que es el modo técnico de referirse al aumento de tarifas) y anunció que si en las próximas semanas los técnicos del Fondo llegan a un acuerdo con las autoridades argentinas, aún restaría la aprobación por el directorio.
En buena medida, estas imprecisiones se deben a que hay todavía una serie de asuntos importantes que deben definirse entre el staff del FMI y el Ministerio de Economía. La insistencia de Guzmán en eludir el verbo reestructurar se debe a que el estatuto del Fondo no permite tal cosa dentro de un programa vigente. Por eso, se trata de iniciar un programa nuevo.
Como el año pasado la Argentina pagó 4.500 millones de dólares, la deuda actual con el organismo es de 40.000. Un punto en duda es si habrá una correspondencia estricta entre los vencimientos de este año y los desembolsos del nuevo programa. Un miembro del equipo económico lo negó: eso caería dentro del territorio que los estatutos del FMI prohíben. Si esto es así, el primer desembolso sería muy fuerte: incluiría cerca de un tercio de todos los vencimientos de este año, que suman 18.900 millones de dólares, que en realidad se recibirán y se pagarán en la moneda del Fondo, y que equivalen a 13.400 millones de Derechos Especiales de Giro o DEGS. Lo mismo ocurrió en 2018 durante el gobierno anterior: sobre un acuerdo por 35.379 millones de DEGS (equivalentes a unos 50.000 millones de dólares), el Fondo realizó un primer pago el 20 de junio de 2018 de 10.600 millones de DEGS (unos 14.800 millones de dólares) y la primera revisión recién ocurrió el 15 de septiembre. Ese tercio que la Argentina recibiría a la firma del acuerdo equivale a unos 6.300 millones de dólares, a los que habría que sumar los 4.500 millones de lo ya pagado que será devuelto. La devolución será dentro de un Programa de Facilidades Extendidas, a lo largo de 10 años contados a partir de cada desembolso y con cuatro de gracia. Con cerca de 11.000 millones de dólares, el gobierno confía en ingresar al año electoral de 2023 con margen suficiente para evitar el default en ese momento crítico, aún cuando no fuera aprobada la revisión trimestral. Esa discordancia de versiones sobre un tema central, revela todo lo que falta acordar.
Un diálogo al respecto entre dos amigos de Alberto Fernández:
--Yo soy ateo, pero...
--Rezar sirve. Si las exportaciones de 2021 hubieran sido de 64.000 millones de dólares como antes de la pandemia, ya estaríamos desahuciados. Pero fueron de 80.000, y para este año pueden llegar a 82.000 u 83.000, además terminó la sequía.
Cherchez la femme
Horas antes de este anuncio, Cristina había asistido en Honduras a la asunción de la Presidenta Xiomara Castro. En su discurso de investidura, la esposa de Mel Zelaya anunció que la electricidad sería gratuita para el millón de personas más pobres de la población y que la empresa estatal que la provee lo compensaría con un aumento equivalente a las más ricas.
El miércoles, Alberto intentó convencer en RPO a Máximo Kirchner sobre las bondades del acuerdo con el FMI que se procura, pero sin éxito. El jefe de la bancada de diputados del Frente de Todos le reprochó el mal trato que a su juicio el Presidente dispensa a la vice.
—Le hiciste perder las elecciones de 2017 y te ayudó a llegar a donde estás. A Esteban Bullrich, que durante aquella campaña se la agarró con su hija, lo llamó y se puso a su disposición cuando se enfermó. Y te aclaro que yo no estuve de acuerdo con tu candidatura así como no apruebo ahora esta negociación. Por eso, creo que te va a ir mejor con ella, que es la jefa de ese espacio político.
No obstante, Kirchner permitió que 38 diputadxs del bloque fijaran su posición sobre los anuncios, cada cual según su perspectiva. También visó que Axel Kicillof y Eduardo De Pedro declararan que se evitó una catástrofe. Sobre el trámite en el Congreso, se niega a adelantar un punto de vista hasta no ver algo más que el catálogo de buenos propósitos conocido hasta ahora. Lo dijo por primera vez en una entrevista en la calle al frente de una columna de La Cámpora a 100 metros de la Plaza de Mayo. Guzmán lo llamó y le dijo: "No te equivoques. El acuerdo lo escribe la Argentina". Si así fuera, no se explica por qué el déficit fiscal comprometido para este año con el FMI es del 2,5%, cuando en la ley de presupuesto que el ministro envió al Congreso, era de 3,1%.
La contradicción entre la permisividad que según el anuncio contemplaría el FMI y la dureza de las metas exigidas es uno de los puntos que por ahora quedan en la oscuridad. Para Máximo, es como exigir que en dos semanas alguien adelgace de 74 a 63 kilos, sin descuidar su salud y su alimentación.
Diez trimestres con la daga al cuello
El FMI se arroga el derecho de supervisar cada aspecto de la política económica, mediante misiones trimestrales que condicionarían las medidas que pudiera adoptar el gobierno nacional en ejercicio de la soberanía. Esto forma parte de la rutina del Fondo para todos sus miembros, pero Guzmán no lo había mencionado en forma explícita antes del 5 de enero. Lo reiteró el viernes con todas las letras: durante dos años y medio los desembolsos estarán sujetos a las diez revisiones que el Fondo realizará en el país. Entre las hipótesis aún en discusión se analiza la posibilidad de que sólo se sancionaría el incumplimiento luego de dos trimestres consecutivos sin alcanzar las metas. O que baste cumplir dos de las tres metas. Esto presupone la buena voluntad de las potencias que controlan el FMI. Quienes no comparten ese optimismo señalan que los premios a Christine Lagarde (que luego del FMI pasó al Banco Central Europeo), su ex segundo David Lipton (quien ahora acompaña a Janet Yellen en el Tesoro de Estados Unidos) y Mauricio Claver-Carone (presidente del BID luego de haber operado en el FMI como representante del gobierno del ex Presidente Donald Trump en favor del crédito excepcional concedido para apoyar la reelección de Macrì) tornan ingenua esa visión. Lo mismo podría decirse de la designación como representante del FMI en la Argentina del economista británico Ben Kelmanson, en el 40° aniversario de la guerra en las Malvinas.
Ni Fernández ni Guzmán revelaron cuándo se devolverían los nuevos préstamos, por el mismo monto que comprometió Macrì, pero a partir de este año ratificados por Alberto. Una encuesta nacional de Analogías (que no forma parte del dispositivo neoliberal) realizada entre el 23 y el 24 de enero entre 2661 personas en todo el país sostiene que para la mayoría un acuerdo con el Fondo no permitirá a la Argentina crecer y desarrollarse en los próximos diez años. Casi el mismo porcentaje opinó que el actual gobierno incrementó la deuda externa más que el anterior. Que esta falsedad goce de semejante consenso es un grave fracaso de la política oficial.
En todas las comunicaciones oficiales, desde que se abrieron las negociaciones hasta el anuncio sobre el pago de los 721,5 millones de dólares de capital que vencieron el viernes 28 (a los cuales el 1° de febrero hay que sumar otros 368,4 millones por intereses), tanto el Presidente en su comunicación de 4 minutos y medio, como el Ministro de Economía en su conferencia de prensa de 47 han reiterado que no se adoptará ninguna medida que afecte la recuperación económica, que en 2021 fue de las más altas del mundo, con 10,5% de crecimiento del producto. Más en detalle, ambos sostuvieron que no habrá reforma laboral ni previsional, ni salto devaluatorio, ni reducción de la inversión en obra pública, el gasto social y en ciencia y tecnología. El simultáneo elogio de la CGT y de la Asociación Empresarial Argentina (que conducen Paolo Rocca, Héctor Magnetto y Luis Pagani) anticipa que allí hay un cortocircuito que se hará sentir.
Aire de familia
Todo esto genera un fenómeno de déjà vu, de una experiencia que la sociedad argentina ya atravesó, a la salida de la dictadura cívico-militar que desató el primer ciclo del endeudamiento externo. Las circunstancias tienen puntos de contacto y diferencias. En ambos casos, gobiernos que ganaron las elecciones con promesas de crecimiento y redistribución, chocaron con las limitaciones impuestas por la deuda contraída por sus predecesores. Entonces, se trataba de deudas de empresas privadas contraídas con bancos internacionales, que en las postrimerías de la dictadura fueron endosadas al Estado. Ahora, de un compromiso del Estado Nacional con el FMI (al que deben sumarse también las deudas de las provincias que autorizó el gobierno nacional, las de las empresas y los bonos reestructurados en manos de fondos de inversión). Sumando todos los vencimientos, este año habría que pagar 28.000 millones de dólares y el próximo 30.000. Estos son los datos oficiales suministrados por Guzmán el 5 de enero. De esos 58.000 millones, 37.000 corresponden al FMI. Tanto aquel gobierno como éste presentaron el acuerdo como un respaldo a las políticas que les permitieron derrotar a sus rivales, si bien en aquel caso el componente económico no fue el principal.
La afortunada circunstancia
Un libro reciente (Diario de una temporada en el quinto piso, del sociólogo e historiador Juan Carlos Torre) rememora aquella negociación con el FMI. Militante de la izquierda reconvertido al liberalismo, Torre integró el equipo económico de Juan Sourrouille. Su posición es clara desde la primera página, allí donde dice que llegó al gobierno por la “afortunada circunstancia de la derrota del partido peronista en las elecciones de 1983”. O, como lo describió Sourrouille, “un modelo populista y facilista que frena el despliegue de las potencialidades del país”. Ocuparon la Secretaría de Planificación desde el primer día del gobierno de Raúl Alfonsín, y el Ministerio de Economía a partir de febrero de 1985, cuando desplazaron a Bernardo Grinspun, contra quien confiesan haber conspirado en forma sistemática. Es un libro útil, porque sus autores comparten los puntos de vista del Fondo Monetario y así es posible atisbar cómo se ve a la Argentina desde su sede.
Conviene no perder de vista que Alberto no es Alfonsín ni Guzmán es Sourrouille y que tanto el país como sus fuerzas políticas han experimentado grandes cambios en estas cuatro décadas. Además, Alberto no padece la estrangulación del comercio exterior que arrinconó a Alfonsín. La lectura del libro puede alimentar el optimismo al verificar las diferencias, o el pesimismo al vislumbrar cuántas cosas aún no se conocen y qué interesadas obsesiones guían la actitud del Fondo Monetario. De sus páginas también surge la importancia de la acción política y de la movilización social para apuntalar la posición del gobierno y poner límite a la pretensión de los acreedores.
Del optimismo al ajuste
Lo que sigue es una serie de afirmaciones sobre la situación de entonces, propias de Torre o de los otros integrantes del equipo, a quienes identifica en cada caso:
“Se ha decidido ir al Fondo Monetario para solicitar ayuda financiera y se sabe que los que van a golpear esa puerta suelen regresar con un programa de ajuste bajo el brazo. Pero ¿cómo poner en práctica medidas de ajuste sin contar con un mínimo acuerdo con las fuerzas de oposición? Si ese entendimiento no existe es muy probable que sobrevenga una escalada de conflictos laborales y que se produzca un aislamiento político del gobierno”.
“Los funcionarios del Fondo van a hablar de filosofía económica, pero básicamente lo que quieren ver es la cuenta fiscal, la cuenta exterior y la cuenta monetaria. (…) A todo eso el Fondo le agrega además política de salarios, política de devaluación, etc., pero en verdad con esas tres cuentas las otras políticas están implícitas, ya que al poner una hipótesis de déficit fiscal ya está definiendo los salarios públicos, y en buena medida, el resto de los salarios”.
“Alfonsín reitera su filosofía económica: las soluciones del país deben pasar por tres grandes ejes: la reactivación de la economía, el incremento del salario real y el freno a la inflación. (…) En consecuencia, no pensaba autorizar ningún acuerdo con el FMI sobre una pauta de déficit que descansase en una caída de los salarios”.
“Al comienzo de su gestión le dijeron, y Alfonsín quiso creerlo, que era posible a la vez aumentar los salarios, bajar la inflación y reactivar la economía”.
“Alfonsín hizo una confesión dramática. Dijo (que) nos estamos yendo a la mierda. (…) Me miro al espejo y veo el rostro del doctor Illia. Esto es, el de un gobierno paralizado”.
“Grinspun espera que prevalezca un enfoque político de la deuda externa y que el gobierno norteamericano apriete a las autoridades del Fondo para que nos den el aval. [Según José Luis Machinea] el FMI estaba en una actitud más negociadora que en los meses anteriores”.
El ministro “dijo que si el lunes o el martes no había acuerdo, el gobierno argentino iba a romper la relación con el Fondo”.
“Está para firmar cualquier cosa. Presionado por los pagos que debe hacer, no tiene demasiado margen de maniobra. Y este pareciera ser el final de toda esta ardua tramitación que comenzó con una carta unilateral de la Argentina como demostración de autonomía y está por concluir con la tácita aceptación de las recomendaciones de política del Fondo Monetario”.
“Fue sugestiva la forma como se presentó el acuerdo con el FMI. (…) Parecía que la Argentina había ganado una medalla en los juegos olímpicos, cuando en verdad se había comprometido a implementar un duro programa de austeridad”.
“Esto es consecuencia de una política de rigor que no se confiesa a sí misma. (…) El gobierno se mueve hacia la austeridad y no sabe lo que está haciendo. (…) La firma de los acuerdos con el FMI ha llevado al gobierno a hacer suya la posición que el Presidente había criticado durante la campaña electoral”.
“La política de corto plazo está siendo dirigida desde Washington por [el funcionario del Fondo] Joaquín Ferrán y un nuevo ministro de Economía no tendría otra opción que ajustarse a ese libreto, cumpliéndolo quizás con más prolijidad, pero sometiéndose a sus objetivos. Por eso, según Mario [Brodersohn] es conveniente que Grinspun continúe en el cargo de modo tal que haga toda la experiencia hasta el final y recaigan sobre sus espaldas los efectos políticos de su propia gestión”.
“El gobierno (...) si bien se entrega de tanto en tanto a efusiones nacionalistas y se lamenta de la avaricia de los usureros del Norte, se ha puesto en sintonía con las exigencias del Fondo Monetario. (…) El Fondo ha oficiado de gran pedagogo y sacado al gobierno de sus fantasías”.
Alfonsín dijo que “el 4% de crecimiento para el periodo de su gestión (…) le parecía una tasa demasiado modesta. Curiosa actitud del Presidente, como dijo Adolfo [Canitrot] al conocerla: ‘Le están rematando la casa y piensa comprarse un Rolls Royce’”.
Los acuerdos secretos
“Además del memorando de entendimiento existen dos acuerdos que no se hicieron públicos: uno firmado por [el presidente del Banco Central Enrique] García Vázquez y Grinspun, y el otro producto de una conversación de Grinspun y [el director gerente del FMI Jacques] de Larosière, y ambos completaban el conjunto de los compromisos tomados por el gobierno. En el primer caso se proponía una devaluación. (…) En el segundo, Grinspun se había comprometido a que los ajustes en la política salarial serían ya no trimestrales sino semestrales”.
Alfonsín dijo que “hemos logrado que se aceptaran nuestras tesis sobre la manera de encarar la lucha contra la inflación (con) instrumentos que no figuran tradicionalmente en los esquemas del Fondo Monetario. El gobierno ha llevado a cabo las negociaciones a partir de sus propias convicciones”.
“Si el gobierno argentino acuerda un déficit de 3 puntos con el FMI, y los recursos del Banco Mundial en vez de adicionarse como un punto más, es decir crear un déficit de 4, son incluidos en esos 3 puntos admitidos, no hay un punto más de nuevos recursos. Así el crecimiento está fuera de lugar”. El staff del Fondo se empecinó en rechazar el déficit del 3%. Machinea recurrió entonces al segundo de Larosière, Richard Erb. Le solicitó una reunión a solas y le pidió certidumbre sobre el próximo desembolso prometido, “porque no podemos seguir pendientes de la discusión interna del FMI”
—¿Nos están formulando un ultimátum? —preguntó Erb.
—No, pero tenemos que saber bajo qué términos se producirá el desembolso —respondió Machinea, antes de embarcarse de regreso a la Argentina.
Luego de varios días Erb respondió que el desembolso se produciría “si la Argentina se comprometía a un aumento de tarifas para mejorar las cuentas públicas”.
[Para cumplir con el prometido déficit del 3%] “es preciso contemplar un aumento en las tarifas de YPF (pero eso) puede echar por tierra las negociaciones con empresarios y sindicatos".
El gobierno estadounidense también sorprendió a los negociadores argentinos. Cuando Machinea pidió apoyo crediticio al Banco Mundial para privatizar empresas del sector siderúrgico, su interlocutor le respondió que el representante de Estados Unidos se opone a toda inversión que pueda mejorar la eficiencia de los competidores de la siderurgia estadounidense.
En septiembre de 1987, luego de la derrota electoral, Sourrouille sugirió a presidentes de bancos acreedores en Nueva York que se suspendería por seis meses el pago de intereses de la deuda externa, “a la vista de las condiciones inaceptables que nos pone el FMI”. En su lugar, el gobierno recibió un “préstamo puente del gobierno de Reagan”.
Acuerdo-Incumplimiento-Acuerdo
“El objetivo del gobierno fue lograr un tratamiento más flexible por parte de los acreedores externos y del FMI. La primera tentativa terminó en un fracaso en 1984; luego, con el plan Austral, tuvo mejor suerte porque pudo imponer sus propios criterios. Pero la historia posterior fue menos glamorosa y se ajustó a un libreto conocido de la relación entre países endeudados y el FMI: firma reluctante de compromisos de política, incumplimiento de las metas acordadas, suspensión de desembolsos, peligro de moratoria, urgentes negociaciones de alto nivel, presiones cruzadas sobre el país y el FMI para arribar a un nuevo acuerdo, que una vez alcanzado fue a su vez el prólogo de una posterior secuencia parecida”.
“La moratoria como alternativa me genera muchas preocupaciones, por tratarse la Argentina del país que es. Al conocer una eventual declaración de la moratoria, todo aquel que tenga un dólar, desde los empleados hasta los grandes capitalistas, buscará ponerse a salvo. A la hora de hacer el balance, el saldo puede ser negativo cuando se compare el monto de la fuga de capitales con el de los recursos que se ahorren por la decisión de no pagar a los acreedores externos. (…) Devaluaciones como las de Brasil sólo se pueden hacer en Brasil; en la Argentina la resistencia a la caída de los salarios que trae aparejada una gran devaluación es conocida; de allí que sea un recurso de última instancia de gobiernos contra las cuerdas”.
“Veo y escucho a través de la ventana de mi oficina sobre Plaza de Mayo, primero a empleados del Banco Hipotecario que acusan a Machinea de seguir instrucciones del FMI con su propuesta de racionalizar la irresponsable política de redescuentos del banco; luego son los docentes que saltan y cantan: A ver, a ver, quién decide los salarios, si el pueblo unido o el Fondo Monetario”.
El 31 de mayo de 1988, Alfonsín postuló en la Sociedad de las Américas “que se redujera a la mitad la tasa de interés sobre los servicios de la deuda externa”. Era una propuesta de Brodersohn, quien convenció al Presidente contra la opinión de Machinea, que advertía “que no hay clima para ser escuchados en el Norte. Lanzar una propuesta que no se hace efectiva, que no cambia el statu quo, tiene un alto costo”.
“El presidente del Banco Mundial, Barber Conable, anunció el préstamo de 1.250 millones de dólares a la Argentina, para financiar reformas estructurales. Era el mayor préstamo otorgado hasta entonces por el Banco Mundial. Destinado en rigor a auxiliar a un gobierno en apuros, había sido otorgado en condiciones fuera de lo común, sin el visto bueno del FMI”.
El 4 de febrero de 1989 Machinea negoció en Nueva York con los representantes de los veinte bancos acreedores de la Argentina. “Nuestra estrategia siempre había sido pagar la mitad de los intereses adeudados y pedir nuevos créditos para la otra mitad. Uno por uno, los banqueros nos fueron diciendo que eso no era posible y reclamaron, además, que nos pusiéramos al día. El último banco en hablar agregó una razón adicional por la que no nos podían prestar más plata. Fue Richard Handley, el representante del Citibank, quien nos hizo saber que un emisario del probable futuro Presidente, Carlos Menem, les había dicho que si nos volvían a prestar plata no esperaran que el próximo gobierno la devolviera”. Por Krieger Vasena supieron luego que el emisario era Domingo Cavallo.
Cuatro días después y cuando la pérdida de reservas se hizo insoportable, el Banco Central anunció que dejaría de vender dólares. “El impacto sobre el tipo de cambio fue el previsible”. Al día siguiente Pieter Borrelier, un alto funcionario del Banco Mundial se disculpó ante Sourrouille, “casi con lágrimas en los ojos, por tener que informar contra el desembolso del Banco Mundial, ya que no se habían cumplido ciertas metas del acuerdo”. El 3 de marzo se hizo pública la postergación de los desembolsos del Banco Mundial y la brecha cambiaria llegó al 111%, como parte de “una fuerte presión por instrumentar un fuerte ajuste cambiario”. El 31 de marzo, Sourrouille renunció y fue reemplazado por el político UCeReista Juan Carlos Pugliese, quien quiso frenar la hiperinflación hablando con el corazón, pero le contestaron con el bolsillo. El epílogo del libro es un homenaje de Torre a su amigo Sourrouille, quien murió a sus 80 años cuando la obra estaba en proceso de edición. El autor consigna que el ex ministro no estuvo de acuerdo con la publicación. Tampoco la hubiera aprobado Alfonsín. Se entiende bien por qué. Ningún enemigo hubiera dañado tanto la memoria de ambos.
La música que escuché mientras escribía
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