Por una política educativa integral
Los objetivos de Sileoni como director general de Cultura y Educación bonaerense
El pasado 29 de diciembre Alberto Sileoni asumió el cargo de Director General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires. La presencialidad plena en las escuelas con una comunidad educativa vacunada, lograr que vuelvan aquellos que se distanciaron de la enseñanza-aprendizaje y fortalecer la lectura y escritura en las aulas son parte de los objetivos que se propuso desde su cartera. Otros son estrechar el vínculo de la educación con el trabajo y continuar el sendero trazado por el gobernador Axel Kicillof de construcción de escuelas y distribución de libros y herramientas tecnológicas para les estudiantes. En diálogo con El Cohete a la Luna, Sileoni piensa la educación como herramienta transformadora fundamental para la creación de más ciudadanía comprometida con nuestra democracia.
—Las clases comienzan en marzo en la provincia de Buenos Aires y se está trabajando en los protocolos para garantizar una presencialidad cuidada en los establecimientos, como ocurrió el año pasado. Dado el avance en la vacunación, ¿qué puede modificarse?
—Estamos trabajando junto al Ministerio de Salud en torno a los protocolos para trabajar este año. Estamos en ese proceso. En Santa Teresita, el gobernador anunció una campaña de vacunación libre y abierta para todos los docentes. Uno de los requisitos para la vuelta a clases es la vacunación, por eso la semana que viene lanzamos una vacunación para los estudiantes, para los niños y niñas y adolescentes. Creemos que se viene un año de presencialidad, de escuelas seguras, con la comunidad vacunada. Probablemente tenga que haber modificaciones en los protocolos, principalmente por la apuesta a la presencialidad, tomando los recaudos en materia sanitaria y con todos los elementos de cuidados. En estos días vamos a terminar con las reuniones preparatorias.
—Si bien existió un mapa epidemiológico para los 135 distritos que componen la provincia de Buenos Aires, el año pasado –electoral–, desde Juntos instalaron, con la anuencia mediática, la mentira de que se habían perdido dos años de clases. Había clases presenciales en muchos distritos y el gobierno realizó una inversión para la revinculación de quienes habían abandonado la escuela. ¿Cómo se continúa en esa tarea desde la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE)?
—No es que no había clases presenciales. En 90 distritos hubo más clases que en el resto. Y esto tuvo que ver con distritos más rurales o más de campo, que no pertenecen estrictamente a ese Conurbano que tiene una demografía que todos conocemos. Esa liviandad para calificar a toda una provincia con 135 municipios y decir que no hubo clases, sin ninguna precisión, y a la vez calificar a la ciudad de Buenos Aires como la campeona de la presencialidad, es un embuste muy grande. Un modo falso de ver las cosas. También nuestro gobernador tomó la decisión de crear uno de los programas más ambiciosos, el programa de Acompañamiento a las Trayectorias y Revinculación (ATR), que llegó a incorporar alrededor de 30.000 docentes en las escuelas. En los últimos dos años se revincularon 220.000 alumnos y aún quedan 60.000. Es un número importante, pero evidentemente fue aminorado por un trabajo consciente que se hizo en la provincia con una gran inversión. Con docentes que trabajan a contraturno, que van a buscar a los chicos a sus casas, que trabajan en las vacaciones –como está ocurriendo ahora– y con otros que comenzarán a trabajar desde el 1° de febrero, cuando las clases comienzan el 2 de marzo. Además hay toda una actividad los días sábados para que las y los estudiantes vuelvan a tener vinculación con la escuela. Eso ha ocurrido y va a seguir ocurriendo. Para nosotros es prioridad absoluta la vuelta de esas muchachas y muchachos a la escuela.
—Siempre expresaste que “no existe proyecto educativo si no existe proyecto de país”. Un tema que despertó polémica fue cuando el gobierno porteño anunció la implementación de pasantías para el último año del secundario. Esto no sería un problema si no fuera porque la estructura partidaria que lo propone tuvo y tiene un proyecto de país de endeudamiento, fuga de capitales y timba financiera, que convierte a esas pasantías en una mercantilización de la educación. En contraposición, en la provincia de Buenos Aires el gobernador Kicillof promueve un proyecto de industrialización con un programa de fortalecimiento de los Parques Industriales. ¿Cómo lo analizás? ¿Qué se hace en la provincia de Buenos Aires para que el secundario también tenga una salida laboral para los que egresan?
—Creo que el neoliberalismo tiene un proyecto de país y también ha advertido desde hace mucho la importancia de la educación para construir y modificar conductas y para transmitir valores. Por eso le adjudica una importancia a ciertas cuestiones de la educación. No invierte en educación, tiene un profundo desdén por la escuela pública, pero son conscientes del valor de la educación. La relación de la educación con el mundo del trabajo es vieja. Siempre ha sido una deuda en el sistema educativo argentino. Porque siempre se ha mirado como una oferta menor la secundaria técnica, degradada respecto del bachillerato. Este es un país de bachilleres y doctores. Entonces, primero hubo una cierta degradación de lo que fue la secundaria mercantil, el perito mercantil que no tenía el brillo del bachiller. Después, el peronismo –para el que gobernar era dar un trabajo– creó las Misiones Monotécnicas, creó y le dio un impulso extraordinario a la universidad obrera, a las escuelas técnicas, entendiendo que el trabajo era parte de la dignidad humana. Inclusive, aparece en 1950 en los libros escolares, donde había en forma ficticia un hogar con leño prendido –como si esa fuera la imagen de la familia argentina, donde por primera vez aparece en un libro escolar un niño señalando a su padre y diciendo: “Mi papá es un obrero y estoy orgulloso de él”. Por eso digo que esta relación, que es muy antigua, que se llamó Plan Dual en alguna época, hoy se llama pasantías, prácticas profesionalizantes.
Pero en lo que no coincidimos con la ciudad de Buenos Aires y con este modo de pensar es que conciben a esta relación desde el mundo del patrón del mercado. Del mismo modo que piensan la educación financiera, no para que la den los educadores, sino para que la den algunas empresas que van a alentar el cuidado de las finanzas individuales y la especulación. Porque también la educación financiera existe hace muchos años. Si vos trabajás con las finanzas internacionales, trabajás con una mirada crítica respecto del manejo corporativo del anarcocapitalismo; si trabajás con una mirada crítica del Fondo Monetario Internacional, está bien la educación financiera en ese marco. Ahora, si la educación financiera la van a dar cinco o seis empresas que van a alentar justamente la especulación, en eso no estamos de acuerdo. Con las pasantías en la ciudad de Buenos Aires falta aclarar una serie de cosas: las responsabilidades, si es optativo, si es obligatorio. Son 29.400 estudiantes comprendidos en esa tarea. Si cada uno debe cumplir 120 horas de trabajo, 29.000 multiplicado por 120, son más de 3.000.000 de horas de trabajo. Hay alguien que puso un haz de luz sobre las 3.000.000 de horas de trabajo, que no digo que sean rentadas, pero ¿a quién beneficiará? ¿Con qué criterio escolar pedagógico se hará? ¿O lo ejecutarán con un criterio mercantil de las empresas? ¿Quiénes serán los responsables si le ocurre algo a un estudiante? Eso debe aclararse. No está mal relacionar a los jóvenes con el mundo del trabajo, hay que ver con qué criterio y sentido se hace.
Nosotros tenemos la Dirección Provincial de Educación Técnico Profesional, la estamos reorganizando. Ha vuelto a tener equipamiento e inversión, que hacía tiempo no tenía. Por supuesto que parte de ese equipamiento proviene de la Nación. La provincia tiene prácticas profesionales, se denominan profesionalizantes en las escuelas técnicas. Los estudiantes involucrados son alrededor de 27.000, del último año de las escuelas técnicas. Las escuelas técnicas de la provincia son importantes, hay 268 escuelas técnicas tradicionales, más 66 escuelas técnicas agrarias y 35 Centros Educativos de Producción Total, que también son secundarias agrarias, vinculadas a la producción. También tenemos una tradición de formación profesional sobre la cual estamos trabajando para salir con otras ofertas después de la pandemia.
—Uno de los mayores problemas que existe en las diversas áreas del gobierno de la provincia de Buenos Aires es no actuar en forma integral. Ante la necesidad de que esas áreas no funcionen como compartimentos estancos, ¿cómo podes inyectarle mayor volumen de política integral a la DGCyE?
—Estamos trabajando en la reorganización. Vamos a generar algunas áreas nuevas. Vamos a trabajar conectando todas las direcciones y modalidades del sistema educativo, que es casi continental, porque son 21.000 escuelas, 5.200.000 estudiantes, 420.000 docentes, 80.000 auxiliares. Es una relación vastísima que exige un trabajo muy coordinado, que estamos haciendo con las subsecretarías existentes: Subsecretaría de Educación, Planeamiento, Infraestructura, Administración, que son todos espacios muy importantes para nosotros. También los grandes niveles educativos y modalidades de todo tipo exigen un trabajo conjunto. Para brindar una suerte de rumbo se necesita actuar en equipo y en el territorio. Para articular con los inspectores regionales… todos los distritos tienen un inspector distrital, todos los municipios tienen uno. La Matanza tiene tres. Con ellos hay que articular, escuchar mucho, hacer todo lo que impidió la pandemia: escuchar a las comunidades y relacionarnos con ellas. Esta es una provincia en la que dos tercios de sus chicos están en la pobreza. No es posible no poner eso como bandera todos los días, en el sentido de que no podés distraerte. No se puede hacer una especulación política. No se puede decir con tal o cual no voy a trabajar porque no me llevo bien. No puede haber nada de eso cuando hay una realidad de tamaña gravedad. No dedicar la inteligencia, el esfuerzo, el trabajo a eso, diría que es mala praxis.
Luego de seis años –de los cuales cuatro fueron de neoliberalismo y dos de pandemia–, el gobernador propone un sexenio distinto, con todo lo que se fue haciendo y todo lo que se continúa haciendo desde la Subsecretaría de Infraestructura. Un Plan de Infraestructura Escolar como no se veía desde hacía mucho tiempo. Hay 4.000 obras terminadas y en los 135 municipios de la provincia se ve la inversión en infraestructura escolar. Hay 53 escuelas que ya se terminaron, otras tantas en ejecución. Un desarrollo importante que hay que destacar, por lo que significa políticamente la presencia del Estado provincial en educación.
—El video en la sede del Banco Provincia dejó al desnudo el armado de causas de esa mesa judicial que actuó con la anuencia de empresarios, funcionarios políticos de primera línea de la ex gobernadora María Eugenia Vidal y el Poder Judicial y mediático. Si hablamos de educar a la ciudadanía, no se puede eludir la construcción de sentidos por parte de medios hegemónicos y la instalación de cuestiones a través de operaciones judiciales, por ejemplo, que al sindicalismo es sinónimo de corrupción. En el secundario bonaerense, la orientación en Comunicación tiene materias claves, fundamentales, para alertar y despertar en los estudiantes el espíritu crítico ante los tiempos de lawfare que vivimos. Pero resulta que los contenidos de esos diseños curriculares de las materias son anteriores a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. ¿Es posible revisar y reactualizar esos contenidos?
—Son 432 escuelas secundarias que tienen orientación en Comunicación. Si se leen los propósitos, no están mal. Tienen un encuadre sociocultural multitudinario. Ahí, evidentemente hay una buena intención. Hay una materia que es Observatorio de Medios, que trabaja una perspectiva crítica sobre los medios. Creo que después de un tiempo, no solamente en esta orientación –que marcás como fino observador–, sino en todas las demás, es necesario realizar una revisión y reactualización. Como bien señalás, lo acontecido en la Argentina en los últimos tiempos debe ser incorporado.
—Como político y educador sabés que le toca un rol importante a la educación en una democracia que ha sido vapuleada. ¿El desafío de educar será crear más conciencia ciudadana en el aula ante estos embates?
—Hay que transmitir la gravedad institucional que tienen estas cuestiones, como la levedad de alguien hablando de la Gestapo: una expresión tan connotada y relacionada con la muerte como el exterminio de las personas. Forman parte de una escena que lamentablemente no es nueva y que ya la vimos. Hay ciertos sectores que hablan relajadamente como si estuvieran en sus espacios íntimos, donde expresan cosas muy impactantes. Recuerdo la célebre escena que protagonizaron Hugo Biolcati y Mariano Grondona, donde socarronamente hablaban desvalorizando la democracia, por la reciente aparición breve del vicepresidente (Julio) Cobos. Los jóvenes tienen que saber que esas operaciones impactan también sobre sus vidas.
—El desafío es transmitir esa realidad en el aula.
—Hay ciertos sectores que enseguida ponen el rótulo de adoctrinamiento al hecho de tener una mirada crítica. Opinamos que un educador es un trabajador que trabaja con una sustancia política. El aprendizaje es eso. No se trata de barricada ni de política partidaria, ni de decirles a estudiantes que deben votar. Pero sí es fundamental la mirada crítica que el educador debe tener sobre la realidad y alentar para que muchachas y muchachos transformen la realidad. Es algo que hay que hacer porque no es justa la sociedad en la que vivimos. Hay una paradoja: el docente que invita a sus estudiantes a pensar críticamente y a cambiar la realidad, se dice que los adoctrina. Pero en el opuesto, un docente que les dice a los estudiantes que la realidad está muy bien y que no hay nada que cambiar, no se le dice que los adoctrina. Cuando también está haciendo un adoctrinamiento profundo.
—Está convalidando que todo siga igual…
—Que todo siga igual, cuando sabemos que en pandemia se han enriquecido los 2.000 millonarios que hay en el mundo, 2000 tipos que tienen más que el 70% de la población. Decirles a los pibes y pibas en el aula –no hablando precisamente de nuestro país– que este mundo no puede sostenerse con 2.000 personas que tienen más que el 70% de la población, es una formulación política y eso es algo que debe ocurrir.
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