110 años de genocidio

Los ataques contra armenios persisten a mano de turcos y azeríes

 

En los actos por los 110 años del inicio de la masacre de armenios, Donald Trump evitó decir “genocidio”, término que sí usan en el Capitolio. Optó por “gran tragedia”, el eufemismo utilizado el año pasado por el primer ministro Nikol Pashinyan. Por eso, el director del Consejo Nacional Armenio de aquel país, Aram Hamparian, opinó: “La retirada de Trump del reconocimiento estadounidense del genocidio armenio representa una vergonzosa rendición ante las amenazas turcas”.

En la misma línea, desde la Argentina, el director ejecutivo del Consejo Nacional Armenio, Aram Mouratian, señaló: “Vemos con preocupación cómo se fortalece en nuestro país la influencia del discurso turco-azerí, que busca contrarrestar las políticas de memoria construidas con tanto esfuerzo”.

La administración Milei sí usó la palabra tan temida: “El 24 de abril es una fecha marcada por el dolor y la memoria en todo el mundo, ya que se conmemora el genocidio armenio. Honramos la memoria de las víctimas y reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de la vida y la libertad”.

Lo que no dijo fue quién lo perpetró. Tampoco el año pasado lo habían mencionado, cuando combinaron el uso de “genocidio” con “tragedia”. El telón de fondo de tales delicadezas es el contraste del intercambio comercial con Armenia, de 43 millones de dólares, contra el mantenido con Turquía, que vuela a los 580 millones, como se detalló sobre la base de fuentes oficiales el año pasado aquí.

 

 

En Uruguay

 

 

En un acto organizado por la Iglesia E. Armonía, Yamandú Orsi destacó: “Los sueños de la Liga de Naciones y de las Naciones Unidas siguen vigentes. El único camino posible es la paz”. El Presidente recibió una distinción por la contribución histórica del Estado uruguayo al reconocimiento del genocidio armenio. El secretario de la Presidencia, Alejandro Sánchez, remarcó lo que implica: “Solidarizarse y hacer justicia para que estos hechos no se olviden y no vuelvan a ocurrir”.

Dos días después, en el Palacio Legislativo, evocaron el 60° aniversario del reconocimiento del genocidio armenio por parte del Estado uruguayo. “Fuimos el primer país del mundo en hacer ese reconocimiento oficial”, manifestaron.

Allí, tras obsequiar una obra del artista Shmavon Shmavonian, se leyó un mensaje de Ishkhan Saghatelyan, presidente del Grupo de Amistad Interparlamentario Armenia-Uruguay de la Asamblea Nacional de Armenia.

 

 

Su par argentina

Su equivalente aquí es el Grupo Parlamentario de Amistad Argentino-Armenia, presidido por la diputada Lilia Lemoine, quien consideró “tremendamente injusto que no se reconozca uno de los peores genocidios de la historia”. Le dijo al Diario Armenia: “Es una herida sangrante en el mundo. Se han reconocido genocidios en muchos lugares por parte de pueblos que incluso aún sin tener responsabilidad directa piden disculpas. Pero quienes sí la tuvieron, no lo reconocen. Me molesta mucho. No creo que haya una frase mejor que resuma esta situación que ‘genocidio que se olvida, genocidio que se repite’. No quiero dejar un mensaje pesimista, porque no iría acorde con la forma de ser y de vivir de la comunidad, pero me gustaría que más gente se enterara de esta fecha. Mientras más gente sepa, más personas van a estar de acuerdo con que fue un genocidio que debe ser reconocido. La condena social puede transformarse en condena política. Desde la Argentina podemos hacer mucho ruido”.

 

 

Nadie lo entendió mejor que Jorge Bergoglio en Buenos Aires, ciudad de excepcional convivencia interreligiosa que facilitó con el arzobispo Kissag Mouradian un encuentro amistoso que dio inesperados frutos a partir de la llegada al Vaticano. A 80 días de su entronización, ante el Patriarca de Cilicia de los armenios y una sobreviviente de la matanza culminada en 1923, Francisco reconoció que “el primer genocidio del siglo XX fue el de los armenios”. A días del centenario de 2015, en una misa ante cantidad de argentinos de la comunidad, contó que “en la Argentina cuando se hablaba del exterminio armenio, siempre se usaba la palabra genocidio”.

Mouradian reconoce que aquella relación y “la cercanía con la comunidad armenia de la Argentina influyó para que Bergoglio sintiera la verdad". Explicó que lo que se pudo hacer en el el país, a través de ecumenismos, ayudó a que el futuro Papa conociera la historia. El ciclo se cerró como una metáfora en sus últimas horas de vida, cuando pidió “un acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán (...). Que la Pascua sea una ocasión para la liberación de los prisioneros de guerra y políticos”.

En esas actitudes se vislumbran las explicaciones de la devoción de tantos, manifestadas en esta semana.

 

 

Actos poteños

Las declaraciones de Lemoine fueron tomadas el 21 de abril en el acto por el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos organizado por el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica. Allí entregaron distinciones a quienes acompañaron a la comunidad en su defensa de los derechos humanos: los diputados Santiago Cafiero, Mónica Fein, Esteban Paulón y Juan Martín Musacchio (mc); la legisladora provincial Maite Alvado, la concejala Malena Cholakian; Fernanda Gil Lozano (CIPDH-UNESCO) y el SERPAJ.

 

Cafiero y Lemoine (Diario Armenia).

 

La fuerza que la diáspora tiene en la Argentina, donde reside una de las tres comunidades más importantes del mundo, logró que los tres poderes estatales reconocieran el genocidio y que cada año se celebren actos en todo el país.

Este 24 de abril, la Iglesia Apostólica Armenia organizó una ceremonia en la Catedral San Gregorio El Iluminador, donde el arzobispo Aren Shaheenian, primado para Argentina y Chile, advirtió que “cuando el deseo de exterminio tiene como objetivo sistemático a un pueblo, se convierte en genocidio. El pueblo armenio es uno de los que sufrió acoso, exterminio y genocidio, atravesando masacres, destrucción y aniquilación. El genocidio armenio no puede ser puesto en duda, ni ser objeto de negacionismo. Quien duda pone en peligro y arriesga a que prosperen otras formas de genocidio como la que sufrimos con el exilio obligatorio al que fueron sometidos nuestros 120.000 compatriotas de Artsaj” (aquellas alternativas fueron relatadas aquí).

 

“La Argentina se constituyó en refugio, cobijo y dignidad para el pueblo armenio”.

 

En el acto organizado por Instituciones Armenias de la República Argentina (IARA, presidido por Carlos Manoukian), el jefe de Gobierno Jorge Macri habló del “profundo compromiso para que el negacionismo no permita que hechos aberrantes se repitan”. Y agradeció al “pueblo armenio haberse afincado y arraigado en esta Argentina, porque ni la Argentina ni la ciudad serían las mismas” sin su presencia.

 

 

 

Desde el centro del país

“Córdoba no sería la misma sin el legado del pueblo armenio. Hoy más que nunca: memoria, verdad y justicia”, lanzó el concejal Martín Simonian, junto al cónsul honorario en Córdoba, Juan Carlos Merdinian, y el gobernador Martín Llaryora, quien también se refirió a que “Córdoba no sería lo que es sin el pueblo armenio”. Y manifestó: “Desde el gobierno provincial, seguiremos acompañando a la comunidad armenia y ratificamos el compromiso por la memoria, la verdad y la justicia”. Este año se cumple un siglo de la llegada de los primeros armenios a esa provincia, donde la ley 9315/2006 establece el 24 de abril como fecha de recordación del genocidio.

 

 

El Conurbano

Tanto al norte como al sur hubo recordatorios por parte de oficialistas y opositores.

En Lanús, el intendente camporista Julián Álvarez expresó su solidaridad y compromiso con la memoria histórica al participar del acto en el Colegio Jrimian, seguido de una marcha de estudiantes por la principal avenida de Valentín Alsina hasta la plazoleta armenia donde se encuentra una réplica del Tsitsernakaberd, el monumento de Ereván dedicado a las víctimas. Allí entonaron los himnos de ambas naciones y unas alumnas danzaron la tradicional Surberu achker.

 

Acto en Lanús con el intendente Álvarez.

 

En Vicente López, la intendente Soledad Martínez (PRO) recordó: “Ya van diez años de este Jachkar aquí. Es un espacio de encuentro, de reflexión y de memoria. Aquí reconocemos a la comunidad armenia, al genocidio, a sus mártires, y vamos a seguir”.

Daniel Vittar, ganador del premio Hrant Dink del Consejo Nacional Armenio, relató sus corresponsalías periodísticas en Armenia y Artsaj (2016 y 2017): “La invasión y los bombardeos fueron devastadores. Muchas personas que conocí ya no están ahí”.

El embajador Hovhannes Virabyan agradeció: “La educación es fundamental para prevenir crímenes de lesa humanidad. Su presencia hoy evidencia que los organizadores del genocidio fracasaron, porque Armenia sigue viva en cada rincón” 

 

 

Provocaciones

No obstante, la violencia continúa:

  • El 31 de marzo a la madrugada, un ataque contra la aldea Khnatsakh afectó a una vivienda. 
  • El 13 de abril por la noche, tropas azerbaiyanas dañaron a tiros un centro cultural. 
  • El 20, tirotearon un calentador de agua solar en el techo de una vivienda.
  • El 23 a última hora, las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán abrieron fuego contra la aldea de Khoznavar. Dañaron una vivienda.

En ningún caso hubo víctimas. Eso facilita que el Ministerio de Defensa armenio niegue que hubiese bombardeos contra poblaciones fronterizas, aunque los residentes y la prensa local dicen otra cosa; algo incomprensible a la distancia para quienes no conciben que un gobierno encubra al enemigo.

 

Huellas de los ataques contra armenios, desmentidos por un Ministerio armenio.

 

Al mismo tiempo, el embajador turco en Azerbaiyán visitó la ocupada República de Artsaj (Nagorno Karabaj) y se paseó por sus ciudades rebautizadas. Para aventar cualquier duda de la postura de su gobierno, posó el domingo último junto al cuadro de uno de los ejecutores del genocidio de 1915: el ministro de Guerra Enver Pasha, parte del triunvirato gobernante del Imperio otomano, organizador de las deportaciones masivas, masacres y marchas forzadas hacia el desierto.

 

Como si aquí engalanaran un cuadro de Julio A. Roca.

 

En Ereván, por la memoria del más de un millón y medio de muertos, esta semana fueron quemadas las banderas de Turquía y Azerbaiyán, responsables de las guerras de Artsaj (1988-1994 y 2020), del bloqueo y de la limpieza étnica de 2023. Con las mismas antorchas incendiarias marcharon personas de todas las edades convocadas por la Unión Juventud, de la Federación Revolucionaria Armenia, y la Unión de Estudiantes Nikol Aghbalyan, de lo que fue testigo el periodista Reynaldo Sietecase.

 

La atención periodística que concita este 110° aniversario del inicio del genocidio llevó a Lala Toutonian a rescatar una parte de esta entrevista que hizo: “Contaba mi abuela Nazlé que no sintió el balazo en su brazo. Estaba aferrada a su hermano menor cuando notó una sangre marrón, espesa, bañando su mano y la de su hermanito. Mientras relataba, mostraba su cicatriz, con el ceño fruncido, la mirada grave, la voz firme. Se quebraba cuando llegaba a la parte en que los turcos la habían subido a una carreta junto a su madre y hermanos para tirarlos –literal– en el desierto. Un turco la rescató, alegó que se casaría con esa niña de doce años y que cuidaría de los hermanos. (‘A mamá la mataron, los vi’). El buen hombre no la desposó, le salvó la vida. Más tarde se casaría con mi abuelo Garabed, quien llegaría a Buenos Aires antes que ella, perderían contacto, y él iría cada vez al puerto hasta que la encontró. Acá nacieron mi padre y mis tías. Pero esa es otra historia, una feliz, de amor”.

 

Los recordatorios incluyen música y cine: el 29 a las 19, en la Casa del Bicentenario y, el 30 a las 18.30, en la Biblioteca Nacional.

 

 

 

 

 

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